cuerpos fractales 018







Lo esencial en el arte se puede representar o dejar entrever de múltiples formas. En el nuevo proyecto que Miriam Martínez Abellán presenta en la sala de exposiciones de El Batel, las directrices de lo esencial están dictaminadas por una suerte de realidad mágico-simbólica que nos lleva a una continua reflexión sobre lo representado. La artista inicia un viaje íntimo a través de sus propias experiencias con el dolor, la búsqueda de la identidad, las raíces, la existencia  y la sensualidad. Todas extrapolables a un sentido más universal de la femineidad y la reivindicación de la misma a través del arte. Se ensalza así el valor de la mujer en las diversas sociedades y culturas.

El escenario fundamental tiene forma circular, sirviendo de fondo para una estética muy depurada, a la vez que rebosante de delicadeza y expresividad en las mismas composiciones. A modo de fractal, el círculo se repite incesante en cada pieza de la colección, desde los espejos que sostienen unas copas llenas de objetos hasta los diez rotundos círculos con metacrilatos, raíces y desnudos femeninos.

El propio caos de la sociedad, que impone ritmos frenéticos y crea personalidades poliédricas, se contrapone al silencio necesario para buscar en los orígenes de uno mismo la verdad. Las raíces utilizadas en las obras como elementos fractales van más allá de su propia apariencia en la naturaleza, ya que suponen una reflexión sobre la vuelta a lo más primitivo que hay en cada ser, que es su origen. Es en ese entorno donde adquiere una pureza y una dimensión que ayuda a superar un vacío existencial.

La artista lanza una pregunta sobre nosotros mismos y la forma que tenemos de desnudarnos ante los demás, condicionados por los corsés que aprisionan nuestra realidad, dejando tan sólo entrever las sombras de nuestro yo. Sin embargo, hay una dimensión que supera lo mental, que nos corroe y atosiga; un mundo espiritual más amplio y en el que parece darnos miedo indagar; una evolución que lleva a un estado más esencial del ser.

Según sus propias palabras: “Una vez más, vuelvo a utilizar un lenguaje cargado de  metáforas y objetos fetiche para expresar mi universo personal: collages de recortes con desnudos de los años 20, antigüedades, un corsé usado, una bañera oxidada y el acrílico chapoteado de manera nerviosa e improvisada son algunos de los elementos de los que me he servido para transmitir las encontradas emociones sentidas durante este proceso creativo”.

Los colores puros crean un lenguaje pictórico que plantea la meditación simbólica y los dorados bizantinos, una atmósfera de recogimiento y misterio. Las figuras femeninas, de suspendida quietud, aparecen en diversas posiciones como fractales matemáticos enredados en líneas punzantes. Entre todas destaca una enérgica nadadora que, con el osado gesto de lanzarse al vacío, nos transmite fortaleza y optimismo ante la adversidad.

Sin duda, Cuerpos Fractales supone el trabajo más depurado y conceptual de la artista que, sin perder la fuerza expresiva que caracteriza toda su obra anterior, nos sorprende con una inquietante perspectiva del complejo entramado emocional del ser humano. 

Fernando Cuadrado Mulero




Fotografía: Marcos Palena

Sala de exposiciones de El Batel

Fotografía: Marcos Palena



Galería de fotos:

Fractales
Collage, metacrilato y acrílico sobre cartón EB.
Ø 99 cm. 2017
Fotografías de Marcos Palena





                                                                      FRACTAL M







FRACTAL A





FRACTAL N




FRACTAL D



FRACTAL E





FRACTAL L




FRACTAL B




FRACTAL R


FRACTAL O



FRACTAL T






Detalles:














Objetos intervenidos (Sala de Exposiciones de El Batel):
Galería:




































El agua que baña las entrañas.
Instalación.
Bañera, alambre, corsé, cartón EB, acrílico y plástico.
Medidas variables.

“Siempre pensó que bajo el agua de la bañera otro mundo se agitaba tembloroso. Cuando sumergía su cuerpo sentía cómo parte de él cobraba vida propia y se mezclaba con sombras y reflejos que habitaban el agua. Su silueta, nítida y sensual en la superficie, perdía poco a poco el perfil real para convertirse en una sustancia voluble e indefinida al cruzar la frontera. Y en su espíritu, una mezcla de placer y temor. El deleite de sentir el tacto cálido de un líquido que la cubría casi con impudicia; el miedo al desaparecer en ese engañoso fluido que metamorfoseaba su esencia. Siempre dudaba de que el rostro que se dibujaba sobre las ondas de estaño fuera un reflejo, pensaba que era el semblante de la otra que se acercaba a observarla con descaro, invitándola a seguirla a través de un laberinto de sumideros y tuberías. ¿Y si ahí vivieran ocultos todos sus miedos y todas sus dudas flotaran, como amenazadoras medusas, en ese misterioso mar doméstico? ¿Y si los seres de esos dominios, turbios e imprecisos a los sentidos, entraran en su baño, en su cuerpo y en su alma, del mismo modo que ella traspasaba esa cortina líquida que la dejaba a solas consigo misma?” 

Fernando Cuadrado Mulero









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