Lo esencial en el arte
se puede representar o dejar entrever de múltiples formas. En el nuevo proyecto
que Miriam Martínez Abellán presenta en la sala de exposiciones de El Batel,
las directrices de lo esencial están dictaminadas por una suerte de realidad
mágico-simbólica que nos lleva a una continua reflexión sobre lo representado.
La artista inicia un viaje íntimo a través de sus propias experiencias con el
dolor, la búsqueda de la identidad, las raíces, la existencia y la
sensualidad. Todas extrapolables a un sentido más universal de la femineidad y
la reivindicación de la misma a través del arte. Se ensalza así el valor de la
mujer en las diversas sociedades y culturas.
El escenario
fundamental tiene forma circular, sirviendo de fondo para una estética muy
depurada, a la vez que rebosante de delicadeza y expresividad en las mismas
composiciones. A modo de fractal, el círculo se repite incesante en cada pieza
de la colección, desde los espejos que sostienen unas copas llenas de objetos
hasta los diez rotundos círculos con metacrilatos, raíces y desnudos femeninos.
El propio caos de la
sociedad, que impone ritmos frenéticos y crea personalidades poliédricas, se
contrapone al silencio necesario para buscar en los orígenes de uno mismo la
verdad. Las raíces utilizadas en las obras como elementos fractales van más
allá de su propia apariencia en la naturaleza, ya que suponen una reflexión
sobre la vuelta a lo más primitivo que hay en cada ser, que es su origen. Es en
ese entorno donde adquiere una pureza y una dimensión que ayuda a superar un
vacío existencial.
La artista lanza una
pregunta sobre nosotros mismos y la forma que tenemos de desnudarnos
ante los demás, condicionados por los corsés que aprisionan nuestra realidad,
dejando tan sólo entrever las sombras de nuestro yo. Sin embargo, hay una
dimensión que supera lo mental, que nos corroe y atosiga; un mundo espiritual
más amplio y en el que parece darnos miedo indagar; una evolución que lleva a
un estado más esencial del ser.
Según sus propias
palabras: “Una vez más, vuelvo a utilizar un lenguaje cargado de
metáforas y objetos fetiche para expresar mi universo personal: collages
de recortes con desnudos de los años 20, antigüedades, un corsé usado, una
bañera oxidada y el acrílico chapoteado de manera nerviosa e improvisada son
algunos de los elementos de los que me he servido para transmitir las
encontradas emociones sentidas durante este proceso creativo”.
Los colores puros
crean un lenguaje pictórico que plantea la meditación simbólica y los dorados
bizantinos, una atmósfera de recogimiento y misterio. Las figuras femeninas, de
suspendida quietud, aparecen en diversas posiciones como fractales matemáticos
enredados en líneas punzantes. Entre todas destaca una enérgica nadadora que,
con el osado gesto de lanzarse al vacío, nos transmite fortaleza y optimismo
ante la adversidad.
Sin duda, Cuerpos
Fractales supone el trabajo más depurado y conceptual de la artista que, sin
perder la fuerza expresiva que caracteriza toda su obra anterior, nos sorprende
con una inquietante perspectiva del complejo entramado emocional del ser
humano.
Fernando Cuadrado
Mulero
Fotografía: Marcos Palena |
Fotografía: Marcos Palena |
Galería de fotos:
Fractales
Collage, metacrilato y acrílico sobre
cartón EB.
Ø 99 cm. 2017
FRACTAL A
FRACTAL N
FRACTAL D
FRACTAL E |
FRACTAL L |
FRACTAL B |
FRACTAL R |
FRACTAL O |
FRACTAL T |
Detalles:
Objetos intervenidos (Sala de Exposiciones de El Batel):
Galería:
El agua que baña
las entrañas.
Instalación.
Bañera, alambre,
corsé, cartón EB, acrílico y plástico.
Medidas
variables.
“Siempre pensó que bajo
el agua de la bañera otro mundo se agitaba tembloroso. Cuando sumergía su
cuerpo sentía cómo parte de él cobraba vida propia y se mezclaba con sombras y
reflejos que habitaban el agua. Su silueta, nítida y sensual en la superficie,
perdía poco a poco el perfil real para convertirse en una sustancia voluble e
indefinida al cruzar la frontera. Y en su espíritu, una mezcla de placer y
temor. El deleite de sentir el tacto cálido de un líquido que la cubría casi
con impudicia; el miedo al desaparecer en ese engañoso fluido que
metamorfoseaba su esencia. Siempre dudaba de que el rostro que se dibujaba
sobre las ondas de estaño fuera un reflejo, pensaba que era el semblante de la
otra que se acercaba a observarla con descaro, invitándola a seguirla a través
de un laberinto de sumideros y tuberías. ¿Y si ahí vivieran ocultos todos sus
miedos y todas sus dudas flotaran, como amenazadoras medusas, en ese misterioso
mar doméstico? ¿Y si los seres de esos dominios, turbios e imprecisos a los
sentidos, entraran en su baño, en su cuerpo y en su alma, del mismo modo que
ella traspasaba esa cortina líquida que la dejaba a solas consigo misma?”
Fernando Cuadrado Mulero
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