“Eres mi vida y mi muerte,
te lo juro, compañero,
no debía de quererte,
no debía de quererte
y, sin embargo, te quiero”
¿Quién no se ha puesto en la piel de la mujer que nos
habla en esta copla y ha sentido en sus propias carnes estar atrapado por un
sentimiento tan poderoso que no atiende a la lógica ni a la razón, por una
pasión que, a todas luces, acabará destruyéndonos, pero que no podemos hacer
nada para librarnos de ella? Una paradoja que se convierte en la angustia vital
de una mujer advertida por todos de que el hombre al que ama, “ese que vive
con unas y con otras”, no le conviene, pero ella, mientras mece la cuna de
un hijo que no es suyo, se da cuenta de que en vez de una nana, le está
cantando al pequeño lo que siente por su padre: “te quiero más que a mis
ojos, te quiero más que a mi vía, más que al aire que respiro, más que a la mare
mía”. Pues esta es la materia de la que se nutre la nueva colección de
collages que nos presenta Miriam Martínez. En ella, ha convertido en algo
físico, visible, las distintas historias que se nos cuentan en otras tantas
letras, muy conocidas, del amplio repertorio de pasiones desmesuradas que nos
ha legado la copla española. Una mujer que llora lágrimas doradas, símbolo de
un dolor que da vida y, por tanto, a pesar de herir se estima y se convierte en
algo valioso para ella, está atrapada tras unos hilos, rojos como la sangre,
tejidos sobre trece púas que parecen clavársele en lo más profundo. Así ve la
artista a la mujer cuya palabra escuchamos en la famosa copla Y sin
embargo te quiero, alguien que ama profundamente a un hombre que nunca
la querrá de ese modo. Y ahí es donde radica la esencia sentimental de estos
personajes, atormentados por unas pasiones que los asolan por dentro, pero que,
por otro lado, no pueden o no quieren dejar de sentir.
Para ello, la artista murciana, ha utilizado un nuevo soporte
en relación con sus anteriores trabajos. Se trata de catorce maderas de color
negro, pintadas a mano, oscuras como el tormento que habita el alma de algunas
de las protagonistas, casi siempre mujeres, de las historias narradas en los
textos de Rafael de León, Antonio Quintero o Federico Valverde, en los que se
inspira. Un fondo oscuro, igual que el alma de la Lirio, a modo de tablao sobre
el que resaltan unos rostros de mujeres llorosas, que recuerdan a la imaginería
religiosa de Semana Santa, o de mirada perdida, igual que nos imaginamos a
laprotagonista de Tatuaje, quien busca incansable, de puerto
en puerto, a aquel marinero que le dejó tatuado, a fuego lento y para siempre,
el corazón. Y cuyo barco observamos navegar en el fondo de una lata de conservas.
De nuevo, la mujer se convierte en el eje visual, en el centro alrededor del
que Miriam crea sus composiciones y los objetos vuelven a compartir espacio con
imágenes, sacadas de revistas de la época, y fragmentos de textocaligrafiados
en blanco sobre la madera. Se trata de dar una nueva textura a los versos de
una canción y a los acordes de una música, que, por lo general, nos narran
historias de amores desdichados y condenados al fracaso, la vida misma. Así
ocurre con María de O, bella gitana que dejó al gitano que
la quería por casarse con un payo con más parné. Ahora puede tener todo lo que
quiera (tumbagas, mantones bordados, vestidos
de seda), pero le falta lo que se da cuenta que más necesita: querer de
verdad. Esa es la cruz que lleva a cuestas, sufrimiento simbolizado, como en
muchos sonetos de Miguel Hernández, por las cabezas de toro, colocadas junto a
un corazón sacado de las páginas de un libro de anatomía y, en una esquina, un
fragmento de encaje oscuro de un refajo, exteriorización social de la pena y el
dolor. Elementos que nos acercan a nuestra tradición más castiza, así ha sido
el género de la copla, también llamado, ojo a la antonomasia, canción
española.
Banda sonora de la España de los años cuarenta y
cincuenta, una España dolorida, que sufría, como las mujeres de estas
historias, una durísima posguerra en un país dictatorial en el que nada se
podía criticar de puertas para fuera, y que convirtió a este género, siempre
centrado en el análisis sentimental de sus protagonistas, en seña de identidad
nacional. Significativo a este respecto es la falta de libertad que sufre el
hombre al que quiere la protagonista de Ay, penita, pena y
que provoca el alejamiento entre ambos y el consiguiente dolor que le corre por
las venas. Presos en aquella España había bastantes, y muchos por pensar
diferente, pero el final de la letra despeja toda ambigüedad, aunque nos deja,
como ocurre en tantas coplas, un halo de misterio y un desenlace abierto a la
interpretación del receptor. En este caso parece que la cárcel le ha
sobrevenido por una reyerta con otro hombre por la joven que muere ahora de
pena: “tienen la culpa de tu mala suerte mis rosas de abril”. La
sufridora aparece en este collage con una expresiva postura y separada de su
amado por unos barrotes que semejan las cuerdas de una guitarra.
Las cuentas de un rosario caen como las lágrimas
que ella derrama por la ausencia del amado y representan, siguiendo su función
habitual, la cuenta de las noches, “negras, lo mismo que un pozo”, que
lleva herida de soledad.
El amparo que sufrió la copla por parte del Régimen, que
la difundió como bien cultural entre el pueblo, supuso tiempo después, su
propia decadencia y el rechazo mayoritario de las nuevas generaciones de
españoles, nacidos a partir de los setenta. Sin ir más lejos, ese fue mi caso.
Y mi caso también ha sido el de más de uno de mi generación: acercarme a este
género tan prejuiciado, a través de otros que antes ya vieron el enorme filón
textual que ofrecía. Fue el gran Carlos Cano, con esa voz tan profundamente
cautivadora y pasional, el que me la sirvió en bandeja, pelada y sin espinas,
con sus varios discos dedicados a la copla, publicados ya desde los primeros
años ochenta. También han sido las versiones del cantante granadino las que han
servido de base a Miriam, junto con alguna original de la época cantada por la
mismísima Conchita Piquer, icono eterno del género.
Pero no siempre nos llegan estas historias focalizadas
desde la perspectiva femenina. En La bien pagá es
un hombre el que, en primera persona, le habla a la mujer con la que ha
convivido, diciéndole, con mucha serenidad eso sí, que la va a dejar por otra
que lo quiere de verdad, no solo por su dinero. Billetes de los años veinte con
la cara de Velázquez montados sobre la tabla a modo de abanico y cerrados por
una varilla tronchada, son los objetos que enmarcan el rostro entre preocupado
y triste de una mujer que parece darse cuenta de que lo acaba de perder todo.
Ni siempre son historias con regusto amargo las que nos
cuentan las coplas, aunque estas predominen. No me llames dolores…es
el relato del amor incondicional entre una pareja cuya pasión es más fuerte que
las trabas familiares que se oponen a ella. En este caso el amor verdadero
parece salir victorioso y su representación plástica así lo sugiere: una mujer,
ahora con los ojos cerrados y con pose soñadora, parece estar viendo en su
mente el rostro del hombre al que ama, la cara que le falta al guitarrista sin
manos que aparece entre las cinco líneas de las partituras que tiene a su
espalda y las seis cuerdas de la guitarra española, dentro de cuya caja de
resonancia parece estar inmerso el personaje, que, en este caso, canta al amor
y a la vida, pues quiere de veras y es correspondido.
Incluso, un guiño humorístico cabe en este repertorio de
canciones hechas collages. La Tani, princesa gitana que
llega a Granada para casarse, compendio de belleza calé y honradez, sirve al
espectador su corazón en una lata, convirtiéndose en lata-ni.
En definitiva, las comparaciones tan populares como
efectivas; las metáforas de enorme expresividad y las fuertes antítesis, muchas
veces convertidas en auténticas paradojas estructuradoras de la temática
textual; que pueblan las letras de estas catorce coplas, se transforman en
juegos visuales basados en el simbolismo de imágenes y objetos mezclados , y en
los contrastes cromáticos generados por todos estos elementos, al convivir en
el nuevo espacio semiótico que suponen las catorce maderas, a modo de
escenarios donde se dramatizan las historias de otros tantos personajes, llenos
de pasión y vida, a pesar de los pesares.
Para concluir, el sitio y la hora, puesto que esta
colección de collages ha sido creada para ser expuesta en las paredes del local
de la Asociación cultural Murcia flamenca, desde el próximo sábado 12
de abril hasta el 12 de mayo. La inauguración será el día señalado a las
20:00 horas. Espero que la exposición sirva a más de uno como estímulo para
llegar hasta las expresivas y redondas letras de muchas de estas canciones,
patrimonio popular desde nuestros abuelos: hay sentimientos que no se han
explicado con tanta precisión y viveza, ni con menos palabras que en estas
coplas.
Fernando Cuadrado Mulero
Fernando Cuadrado Mulero
" Y SIN EMBARGO, TE QUIERO" |
"TANI" |
"LIMÓN, LIMONERO" |
"MARÍA DE LA O" |
" NO TE LLAMES DOLORES..." |
" MARÍA LA PORTUGUESA" |
" LA BIEN PAGÁ" |
" LA PARRALA" |
" LA LIRIO" |
" TATUAJE" |
" OJOS VERDES" |
"AY, PENA, PENITA, PENA" |
" LA ZARZAMORA" |
COMO UNAS CASTAÑUELAS. 50x50 |
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